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Este es George Bush, el actual presidente de Estados Unidos, durante su breve paso por la Harvard Business School, en 1975.

Hoy es el cumpleaños de Julio Verne (1828-1905). Fue el primer hijo
de una familia de abogados de Nantes. Su destino era estudiar también
leyes. Pero, en lugar de eso, se dedicó a hacer lo
que más le gustaba: escribir. Se pudo ganar bien la vida vendiendo sus
clásicos de
ciencia ficción y logró comprarse un gran yate con el que navegó por
toda Europa, cumpliendo los sueños de su infancia. Una de sus citas
famosas es: «La libertad es algo por lo que merece la pena pagar».

Fragmento de un ensayo de Julio Verne titulado «Recuerdos de mi infancia y juventud»:

¡El
mar…! ¡Ni mi hermano, que fue marino años después, ni yo lo
conocíamos todavía! En el verano, nuestra familia se establecía en un
campo no lejos de la costa del Loira, en medio de viñedos, praderas y
pantanos. Era propiedad de un viejo tío, antiguo armador. ¡Había ido a
Caracas, a Porto-Gabello! Lo llamábamos “Tío Prudente” y en recuerdo de
él llamé con ese nombre a uno de los personajes de Robur el
Conquistador. Caracas quedaba en América, esa América que ya me
fascinaba. Y entonces, al no poder navegar por mar, mí hermano y yo lo
hacíamos en pleno campo, a través de bosques y praderas. ¡Sin mástil
adonde treparnos, nos pasábamos los días en los árboles! Jugábamos a
ver quién hacía su refugio más alto. ¡Charlábamos, leíamos,
concertábamos proyectos de viaje, mientras las ramas, agitadas por la
brisa, daban la ilusión del cabeceo y los bandazos…! ¡Ah, los
deliciosos ocios!

Hoy es el día de tu cumpleaños 250º.

Telediario de hoy al medio día, en Tele 5: Hilario Pino dice que
bastan cinco minutos de Mozart para estimular a los niños; que hay 30
centros en España que lo utilizan para aumentar la inteligencia,
potenciar la memoria, …; que hay estudios que lo han demostrado; …
Y una psicopedagoga sale diciendo que les salen mejor las matemáticas y
que hacen mejor los puzzles después de escucharlo. O sea, hacen hincapié en lo del Efecto Mozart varios años después de que se haya visto que no es más que una leyenda científica.

¿Cómo pueden
decir mentiras de ese calibre en el telediario? ¿Tienen alguna comisión
con El Corte Inglés, que se forrará vendiendo CD de Mozart para bebés
después de ese telediario? ¡Qué sensación de impotencia! La única
declaración normal fue la de la maestra de Infantil, que se limitó a
decir que «a los niños les gusta mucho».  De ahí a hacer pensar a
la gente que sirve para hacer a sus hijos más listos, hay un abismo.

Ricardo Gómez es Carlitos Alcántara en la serie Cuéntame. Nació en
1994, y hace 3º de Primaria. Antes de esta serie, hizo el papel de
Tacita en “La Bella y la Bestia”, una producción musical que se
representó durante un año completo en el Teatro Lope de Vega de Madrid.

Como los demás niños de la serie, Ricardo tiene una tutora que le
ayuda en
los estudios y en su desarrollo psicológico durante el rodaje. Y cuando
acabe la serie, seguirá siendo “el niño de Cuéntame”
durante muchos años, probablemente, para siempre.

«Hemos estado sometidos a una gran
presión para que digamos que todo niño debe tener un ordenador. Y yo
contesto que no. Todo niño ha de tener primero una madre, luego un
padre, un maestro, un libro, y sólo en quinto lugar un ordenador».

Federico Mayor
Zaragoza
(Barcelona, 1934). Presidente de la Fundación Cultura de Paz. Hoy, en El Periódico de Cataluña.

Extracto de una entrevista a José Luis Sampedro (Barcelona, 1917), escritor y economista, aparecida en Charlando sobre la Infancia, de Javier Urra Portillo (Ed. Espasa, 2000).


P. Usted siempre ha sido un docente. ¿Qué misión ha de tener quien enseña?

R. Mi pedagogía se resumía siempre en
dos palabras: amor y provocación. Hay que querer a los chicos y
provocarles para que piensen por su cuenta, para que se despeguen de
uno, para que discutan con uno y para que sean ellos, se hagan ellos.

P. ¿Cuándo deja uno de ser niño?

R. Huy, según! En ciertos
aspectos, yo no he dejado de ser niño. Se deja de serlo cuando uno
pierde el candor. Yo guardo cierta piel de inocencia, aunque quizá con
un aire de pillo.

P. ¿A qué huele un niño?

R. Los más pequeñitos huelen a
lana, a calorcito; es un olor a carne de niño. Porque tuve un niño así,
en brazos, escribí La sonrisa Etrusca.

P. ¿Cuál es el secreto de su ternura hacia la primera edad?

R. Por proximidad a la nada; por
decirlo así, el niño acaba de dejarla y uno está a punto de ir a ella,
de modo que eso enternece mucho.

P. ¿Cómo definiría la sensación de tener un nieto?

R. Es la sensación de transmitir,
casi, casi, una vida distinta de la que transmite el padre, porque uno
transmite una vida mucho más hecha, porque tiene mucha más edad y
además la tea se está apagando, de modo que hay que soltarla en seguida
y pasarsela a otro.

P. ¿Guarda algún juguete de la infancia?

R. Mío no, porque he pasado por
muchas vicisitudes. Mi primera infancia fue en Barcelona, meses después
en Tánger, después en Aranjuez, luego la guerra,… y las casas se han
destruido. Mías no, de mi nieto sí guardo cosas.

P. ¿Qué deberíamos hacer para mejorar el mundo de los niños y de los jóvenes?

R. La bondadosa tolerancia. No
puede ser de otro modo. Hace poco, por ejemplo, hemos celebrado el día
del sida,  tenemos una Iglesia de amor todavía gruñendo contra el
preservativo, ¿usted cree que hay derecho a esa irresponsabilidad? Y es
por intolerancia, por no admitir cosas distintas y por ignorancia
científica. Sobre todo la bondad tolerante; admitir que el otro puede
tener, si no la razón, por lo menos su razón, lo mismo que yo tengo la
mía, y aceptar la del otro. Y no discutirla a palos, ni a tiros ni a
nada semejante, ni a golpe de dogmas. 

Angela Merkel va a coronarse como la primera mujer canciller de Alemania.
La describen como una académica reservada, fría, que no tiene carisma, que no
es elocuente, e incluso
se han mofado de su apariencia. Sin embargo, Merkel ha tenido un buen
entrenamiento desde niña para conseguir sus objetivos sin hacerse notar. Nació el 17 de julio de 1954 en Hamburg, pero
cuando tenía tres semanas de vida la familia se trasladó a la Alemania
del Este. Primero a Quitzow, un pueblo de 300 habitantes, y, tres años
después, a Templin.

En ese estado ateo, nadie miraba con los mismos ojos a la hija de un
párroco que a los «hijos de los trabajadores». Por ello, Herlind, su
madre —una profesora de inglés y latín que no pudo ejercer porque al
ser esposa de un pastor no tenía derecho a trabajar en el sistema de
enseñanza público— le repetía hasta la saciedad a su hija una serie de
consejos: el primero era que pasara inadvertida, que fuese poco
llamativa, que nunca «perdiera los papeles». El segundo, que se
guardara sus opiniones para ella. Y el tercero, que tenía que ser mejor
que los demás porque, de lo contrario, no podría estudiar en la “ciudad
de los obreros”. Y eso fue lo que Angela hizo.

En una reciente biografía de Angela
escrita por Gerd Langguth, catedrático de Economía Política en la
Universidad de Bonn, muchos de los entrevistados la recuerdan como una
chica tímida. Un antiguo profesor dijo que era una «alumna ideal» que
sacó
notas excelentes en casi todas las asignaturas (menos en deporte).
También cuentan que no era la típica empollona  y que solía dejar
los apuntes a sus compañeros. La propia Angela Merkel recuerda que todo
en su infancia era una lucha, «una batalla para no llamar la atención y
una batalla para ser un poco mejor que los demás».  

Angela estudió físicas en la Universidad de Leipzig porque las
ciencias estaban menos controladas por el régimen que las Humanidades.
Y se casó dos
veces, la primera con Ulrich Merkel, un colega físico de su misma
Universidad, del que conserva su actual apellido (no se sabe por qué
motivo). Y la segunda, con Joachim Sauer, catedrático de Química
Cuántica
en la Humboldt-Universität de Berlín. No tiene hijos.

Jana Hensel, autora del libro After the Wall: Confessions From an East German Childhood and the Life That Came Next, se preguntaba en el New York Times,
si esta demócrata cristiana será capaz de unir una Alemania que, aunque
está reunificada, todavía está dividida en la mente de sus habitantes y
en la economía. También se cuestiona qué beneficios puede reportar esta física de 51
años sin hijos a las mujeres alemanas que todavía anteponen los hijos
a la carrera profesional, un tema que nada tienen que ver con su propia vida.

Sin embargo, su viaje desde la casa de un pastor protestante en la
Alemania comunista hasta la cumbre política alemana como jefa de un
partido cristiano y predominantemente masculino ha dejado a todos en
ascuas. Los analistas políticos están esperando ver qué más es capaz de
hacer esta mujer. 

Este es Harold Eugene Edgerton
(1903-1990). Cuando era niño le gustaba montar y desmontar todo tipo de
máquinas. Le entusiasmaba averiguar cómo funcionaban, y después las
volvía a dejar como estaban. Tenía además un tío fotógrafo que le
enseñó los secretos de las cámaras de la época. De mayor, estudió
ingeniería
eléctrica en la Universidad de Nebraska, y después pasó al
MIT (Massachusetts Institute of Technology),
donde pasó el resto de su vida académica y donde hizo de la enseñanza
una forma de vida.

Doc —como le llamaban sus colegas del MIT— pasó a la
historia por inventar el estroboscopio. O, para ser más exactos, por convertir el estroboscopio en un aparato
portátil y barato
con multitud de utilidades asombrosas. Con él, revolucionó la
fotografía moderna y captó algunas de las imágenes más
sobrecogedoras de todos los
tiempos.

La luz estroboscópica consiste, básicamente, en disparos múltiples
de flash. Con ella, la cámara puede congelar los movimientos más
rápidos, esos que el ojo humano no es capaz de percibir, o detener algo
que ocurre en unas milésimas de segundo, como la gota de leche (arriba). Tiene aplicaciones prácticas
en ingeniería. Se usa, por ejemplo, para revisar la rotación de
cualquier maquinaria porque permite verla como si estuviese parada o
girando muy despacio.

En los años 30, Doc realizó esta fotografía de un jugador de béisbol.
Se aprecia con gran nitidez la deformación del balón en el momento de
la patada.

Sus imágenes empezaron pronto a aparecer en los periódicos y por su despacho del
MIT pasaron todo tipo de personalidades esperando que les ayudara con
su luz estroboscópica. Expuso en el Museum of Modern Art
de Nueva York. Trabajó para las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos,
donde le pidieron que diseñara una potente lámpara estroboscópica para
fotografiar por la noche; y con la comisión de Energía Atómica, para la
que inventó una
cámara capaz de fotografiar explosiones nucleares (el Rapatronic). En Hollywood, colaboró en el oscarizado corto Quicker than a wink, de Pete Smith. Y también ayudó al Jacques Cousteau a buscar tesoros bajo el mar.

Educación como forma de vida

Sus alumnos del MIT le adoraban por su amabilidad, su ternura, y por su
tremendo entusiasmo al enseñar. Cuentan que su hospitalidad no acababa
en las aulas. Solía invitar a sus alumnos a probar las exquisiteces culinarias de Esther,
su mujer, y a cantar You are my sunshine mientras él tocaba el
banjo. Esta es una nota dirigida a una de sus clases, en 1946:

«Apareced en
el número 205 de School Street alrededor de las 6:30 p.m equipados con
apetito. No se permitirán libros, reglas, ni apuntes… Tratad de
memorizar la letra de estas Tech Songs. La multa para los que se
equivoquen podría ser la oportunidad de ayudar con los platos!»

Esta fabulosa frase es suya: «El truco para la educación
es enseñar a la gente de tal forma que no se den cuenta de que están
aprendiendo hasta que ya es demasiado tarde».

Martin Waugh es uno de los fotógrafos contemporáneos que se han
beneficiado de la técnica de Edgerton. En su web nos muestra su
colección de Esculturas Líquidas.

  • Yo tengo una hija de más o menos 20 meses que cuando vamos a la playa
    se dedica a tirar arena sobre la gente. Y me parece muy divertido. Por
    el contrario, cuando otros niños me tiran arena a mi, no me hace
    ninguna gracia. Esto es una prueba contundente de que mi hija, cuando
    tira arena, tiene mucha más gracia que los demás.
  • Los locos y los niños dicen siempre la verdad. Por ello se ha creado los manicomios y los colegios.
  • La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente,
    cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad.
  • El mejor control de natalidad sería que las mujeres pusieran huevos.
    Que quieres tener un hijo, se incuba; que no se quiere tener, te haces un
    huevo frito.

Carla Marrero tiene 10
años y empezó a tocar el violín cuando tenía año y medio por sus padres. Ahora dice que lo toca “por hábito y
vicio”. Es hija única, pero en una entrevista que publicó ayer El País
cuentan que tiene una hermana gemela imaginaria que la acompaña a todas
partes, igual que su violín. Vive en Alcalá de Henares y estudia en el
Colegio Suizo cuando puede, ya que dedica cinco o seis horas diarias a
tocar el violín. Aquí va un pequeño fragmento de la entrevista:

P. ¿Qué maestros te han oído?

R. López Cobos, Plácido Domingo, Víktor Zukermann y Daniel Barenboim; es muy simpático, me peló un plátano.

P. ¿Qué quieres ser de mayor?

R. Voy a ser siempre lo que soy ahora, violinista.

P. ¿Se gana dinero con esto?

R. ¡No sé! Las muñecas me las regalan mis abuelas. Y pelis tengo mogollón, casi todas en alemán.

P. ¿Quieres ser famosa?

R. Quiero tocar bien el violín.

P. ¿Pero haces esto porque quieres tú o por tus padres?

R. ¡Porque quiero yo! Si no, no me levantaría de la cama y me pusiese a tocar. Tendría una perreta cada mañana…

P. ¿Lloras mucho o qué?

R. Cuando era pequeña.

P. ¿Y cómo es un día de Carla Marrero?

R. Me levanto a las ocho, leo hasta las nueve, desayuno tostada
con aceite, aunque también cereales, me ducho, me lavo los dientes y me
pongo a estudiar a las 9.30.

P. ¿Sola?

R. Sola. Leo partituras desde hace cinco años, en septiembre hará cinco justos. Y luego, las seis horas con Fatkoulin.