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Se llama Expresiones Jóvenes.
Su lema: «Ahora… los niños tienen la palabra». Es el primer periódico
digital «de habla hispana producido por y para niños, niñas y
adolescentes». Se hace en Argentina. Su creador y único financiador es
el periodista Óscar Miño, que dice que se le ocurrió la idea para
«llenar el vacío que el periodismo ha establecido con los pequeños,
dejándolos fuera de la información». Miño cree que «las secciones
infantiles que se hacen (para cumplir) en la gran mayoría de los medios
gráficos y digitales sólo responden a consignas marketineras». Tiene
razón, y la idea es muy buena. Lástima que la calidad del producto sea
pobre; la autonomía de los niños sea dudosa; la chispa infantil sea
nula; la originalidad brille por su ausencia; y que, para colmo, esté
todo impregnado de religión. El Papa aparece en la portada del número
cero. Y también esta noticia de ciencia: «Lograron identificar cuál es
la parte del cerebro que se activa en una decisión moral». O esta otra:
«Curioso. En Italia intentaron reconstruir el rostro de Jesús de niño».

También tienen en marcha el proyecto Jóvenes Comunicadores, donde participan niños, niñas y jóvenes, desde 6 años hasta los 17, y que incluye un programa de radio llamado Fronteras de la comunicación.
Se nota demasiado la presencia de los adultos, y no sólo por la ducha
religiosa. Y se les oye refiriéndose a los niños con cierto tono
condescendiente, paternalista, o como si este espacio supuestamente
hecho por ellos fuese una especie de atracción de la feria.

El estilo de programa de radio recuerda a los más simples programas
de provincias. Ráfaga de titulares: «Reina de belleza usará fama para
salvar niñas y enfermas de sida», «La Organización Mundial de la Salud
busca soluciones para el tratamiento del paludismo», «España se coloca
en el puesto número 25 de los países menos corruptos del mundo», … Y
a cada instante hay voces que repiten que son niños los que hay detrás
del micrófono.

Dudo mucho que a los niños les interese tanto repetir que lo son, o
que les divierta imitar el mundo de los mayores de esa forma. Lo
interesante sería  dejar que hiciesen las cosas a su manera, pero
nadie se ha atrevido aún a invertir en ese filón.

Otro ejemplo: en el programa de radio, entra una invitada adulta que va a hablar de
recuerdos en un programa titulado Tiempo de niños. La presenta algún
pequeño que no vuelve a oírse hasta el final. La invitada arranca así:
«Buenas tardes, a pesar de que está lloviendo, han venido todos y aquí
están con un coordinador de lujo».

Óscar Miño, el director, se queja de no tener respaldo alguno de la
Dirección Departamental de Escuelas de la ciudad de Concordia
(Argentina), tampoco del Consejo General de Educación de la Provincia
de Entre Ríos, ni mucho menos del Ministerio de Educación de la Nación
Argentina.

En 1989, unos titulares espeluznantes en la prensa estadounidense
conmocionaron a la población. Se referían a la violación, mutilación y
más brutalidades sólo aptas para estómagos de acero que un hombre
llamado Earl Kenneth Shriner cometió contra un niño de siete años, Ryan
Alan Hade (en una foto reciente, arriba). Aquel caso hizo que se
cambiara la ley y se contemplase por primera vez la cadena perpetua
para depravados sexuales como Shriner, al que le cayeron 131 años, y
que tenía un historial previo de 25 años de violencia contra menores.

Ahora Hade ha vuelto a salir en prensa porque hace un par de semanas murió
en un accidente de moto. Dicen que tenía debilidad por los deportes de
riesgo y que vivía siempre al límite, como si pensara que si había
sobrevivido a aquella brutalidad, podría seguir experimentando milagros. Consiguió
que muy poca gente le relacionara con el suceso, y aseguraba no
recordar nada del asunto, pero cuando se acercaba el aniversario del
ataque, dicen que se volvía irritable, tenso y físicamente enfermo.

Aunque su agresor le dió por muerto, Hade se salvó milagrosamente
de aquel ataque sufrido junto a su colegio, en un parque de Tacoma,
Washington. Pero nada pudo devolverle la infancia. Con siete años tuvo
que someterse a cirugía reconstructiva (Shriner, además, le cortó el
pene) y a terapia psicológica hasta los 13 años. Cuando los compañeros
de curso le empezaron a preguntar si era él la víctima de Shriner,
cambió de escuela y de zona. Fue a la New Horizon School, en Renton,
donde le ayudaron con su dislexia y su trastorno por déficit de
atención.

En el momento de su muerte, cuando su recién comprada
Suzuki chocó contra un pick-up cerca de Yelm, Hade vivía con su abuela en una
casa móvil instalada en un terreno, en Roy. Hade,  que se había
ganado la vida con el negocio inmobiliario y con el tapizado de
muebles, estaba buscando un dúplex en Tacoma para trasladarse con su
abuela, por la que sentía adoración.

Hay muchos niños que pierden la niñez de un plumazo, ya sea de una
forma brutal, como Hade, o por temas tan en la palestra ahora como el
terrorismo o el maltrato. Sobrevivir a esas situaciones no significa
haberse salvado de ellas.

Los llantos de una niña de 12 años atrajeron a tres leones que, en
lugar de devorarla, la protegieron de sus captores. Esto ocurrió en el
suroeste de Etiopía, según cuenta la BBC.
Cuatro individuos la secuestraron cuando volvía del colegio para
obligarla a casarse con uno de ellos. La maltrataron durante varios
días hasta que los leones aparecieron y espantaron a los captores. El
sargento Wondmu Wedaj de la policía aseguró que los leones estuvieron
haciendo guardia hasta que ellos la encontraron. Entonces «la dejaron
como un regalo y después volvieron al bosque».

La pequeña, que estaba en estado de shock y aterrorizada, contó que
los leones se mantuvieron a su lado, cuidándola, sin hacerle ningún
daño. Y los expertos en fauna de Etiopía dicen que este milagro puede
deberse a que el llanto de una niña se parece mucho al maullido de un
pequeño león. Sin embargo, algunos expertos en leones no se creen la
historia y opinan que seguramente estaban prepándose para un festín
cuando la policía llegó.

En cuanto a los cuatro hombres, han sido capturados por la policía.
Esta práctica del rapto con fines matrimoniales es tristemente
frecuente en las zonas rurales de Etiopía, donde, por otro lado, habita
la mayoría de la población.

Muchas historias de la vida real hacen pensar en el eterno dilema de
Woody Allen: si la realidad imita al arte o si es al revés . Hoy, El País —vía Le Figaro—
cuenta una de ellas. Es la fabulosa historia de un hombre de 31 años
(el de la foto) que lleva 14 años intentando hacerse pasar por un niño
para que todos le traten como tal. El País arranca: «Francisco
Hernández Fernández, un huérfano español de 15 años que llevaba un mes
matriculado en un colegio de Pau (sur de Francia) ni era huérfano, ni
tenía 15 años, ni se llamaba Francisco ni era español. Su auténtico
nombre era Frédéric Bourdin, de 31 años, viejo conocido de las policías
de una decena de países por suplantar personalidades ajenas, en
especial de menores, según cuenta Le Figaro en su web.» Bourdin dice
que él es como Peter Pan, pero los psiquiatras lo describen como un
individuo con problemas de afecto y que suplanta su personalidad.

Desplegó su asombroso poder de persuasión para convencer al
director del instituto Jen Monnet de que lo admitiera como alumno. Le
dijo que sus padres habían muerto en un accidente de coche y se lo
tragó. Los alumnos tampoco sospecharon nada. Boudin es un experto en el
arte del disfraz. Usaba cremas depilatorias faciales y, como un
camaleón, había aprendido a moverse y comportarse como un niño de 15
años. Pero un vigilante del colegio había oído algo de este personaje
en un programa de la tele y lo denunció a la policía.

En noviembre de 2004, se hizo pasar por un niño madrileño maltratado
por su padre. Los Mossos d’Esquadra le interrogaron en Girona, y
Bourdin les contó que su madre había muerto en los atentados del 11-M;
que su padre era alcohólico y que se había vuelto muy violento desde
que ella murió. Fue ingresado en un centro de menores, pero, puesto que
nadie lo reclamaba y ninguno de sus cuentos cuadraba, lo acabaron
soltando.

Tiene historias para contar en media Europa. En 1997, estaba
en España. Se presentó en la Embajada de EEUU de Madrid representando
el papel de un chico de 17 años llamado Nicholas Barclay, un menor
estadounidense que había desaparecido en Texas tres años antes, después
de un partido de baloncesto. El auténtico Nicholas era un americano de
ojos azules. Bourdin hablaba con acento francés y tenía los ojos
marrones. Sin embargo, la familia de Nicholas estaba tan ansiosa por
recuperar a su hijo que lo reconocieron como tal. Poco después, un
periodista publicó el engaño, y le hicieron las pruebas de ADN para
convencer a la familia de que era un impostor. Después de esta historia
bastante incomprensible, pasó seis años en la cárcel de Texas.

Su verdadera identidad

Bourdin nació en Nanterre, Francia. Su madre, que lo tuvo a los 18
años con un hombre casado, lo dejó al cuidado de los abuelos. Pasó una
infancia difícil; visitó el correccional; y un buen día se decidió irse
a recorrer mundo. Desde entonces, siempre ha vivido en centros de
acogida de menores o de beneficiencia. Le conocen en las comisarías de
media Europa, tanto a él como a sus más de 20 alias, y tiene anécdotas
para contar de Irlanda, Suiza, Bélgica, Gran Bretaña, Suiza y España.
En estos momentos, Bourdin está acusado de posesión y utilización de
falsa identidad, aunque hasta el próximo día 15 de septiembre, día en
el que tiene que comparecer ante los tribunales de Pau, el Peter Pan
francés ha quedado de nuevo en libertad. 

En 1966, el psiquiatra Eric Berne habló por primera vez del niño/a
que todos llevamos dentro y empleó para ello al conocido personaje de
Peter Pan, el niño que no quería crecer. En 1983, el psicólogo Dan
Kiley publicó el libro El síndrome de Peter Pan, que hablaba de los hombres y mujeres que no quieren crecer. Un año después, habló de El síndrome de Wendy,
que describe a personas que actúan como padres con su pareja o gente
más cercana.

La perra de la foto se llama Maddie y tiene dos años. Cuando la
trajeron a casa, recién nacida, acababa también de nacer un niño en la
familia, Sammie, al que hace unos días salvó la vida. El dueño de
Maddie cuenta en Katu2.com
que empezó a hacer un extraño ladrido en lugar de obedecer la orden de
que viniese. Le estaba alertando de que su hijo se había caído al
estanque. Cuando lo encontró estaba boca arriba, bajo el agua. Lo sacó,
le realizó una reanimación cardiopulmonar, y el pequeño se salvó. Los
equipos de rescate que acudieron al lugar dicen que el perro hizo algo
más que avisar al padre porque es extremadamente raro que
alguien que se ahoga quede boca arriba. Piensan que lo más probable es
que intentara sacarlo de allí y, al no lograrlo, fuese a buscar a su
amo.

La historia anterior es contraria a la lamentable noticia del perro
que mordió mortalmente a una niña de dos años en Sitges, Barcelona,
hace una semana. El perro, de raza Akita Inu, era propiedad de la
pareja sentimental de la madre y actuó, supuestamente, por celos. Según
dijo a 20 minutos Carlos Alfonso López, asesor de terapia de conducta y
adiestramiento de El Refugio,
normalmente influye más en el comportamiento de los perros el tipo de dueño que la
propia raza. López lamentó que en España  «haya colectivos a los que les
gustan los animales macarras», y explicó que la mayor parte de los
perros «potencialmente agresivos» provienen de tiendas que han comprado
los animales a mayoristas en el extranjero, donde los crían como si
fueran «gallinas» y los trasladan en camiones hacinados y sin ningún
cuidado. Es decir, que incluso los perros necesitan un buen trato y una buena educación. Parecía obvio.

El año pasado, 2.039 jóvenes madrileños de 46 centros escolares
contestaron anónimamente a unas preguntas formuladas por  técnicos
de la Dirección General de Salud Pública. Ayer se presentaron los
resultados: una de cada nueve adolescentes (11%) de entre 15 y 16 años
se provoca el vómito después de comer. Y el 7% toma laxantes o
diuréticos para perder peso. Entre los chicos, menos de 1% llega a
provocarse el vómito o a tomar medicinas para adelgazar. Y aquí hay
algunos datos más sobre la distorsionada percepción de la realidad que
tienen las chicas sobre su propio cuerpo:

Chicos:  Un 16,7% dice tener sobrepeso u obesidad, una cifra muy cercana a la realidad: 17,3%.

Chicas: Un 37% asegura tener sobrepeso u obesidad, cuando sólo un 6,1% lo sufre de verdad.

Son resultados de la novena edición de Sivfrent (Sistema de
Vigilancia de Factores de Riesgo Asociados a Enfermedades No
Transmisibles) publicados en El País

El año pasado se registraron 259 denuncias de malos tratos de hijos a
padres o a abuelos, un 63% más que el año anterior, según la memoria presentada por
el fiscal de menores Manuel Dolz. Los presuntos agresores «no
pertenecen a familias desestructuradas, sino que son niños consentidos
y sobreprotegidos», dijo la psicóloga de la colonia San Vicente Ferrer,
centro en el que se imparte un curso de pautas de crianza para padres
maltratados. «Estos niños aprenden en algún momento que pueden
conseguir lo que quieran amenazando o pegando a sus padres, y algunos
desde muy pequeños», añade la especialista.

Más cifras de la Fiscalía de menores de 2004, según publica 20 minutos:

—7.393 menores se vieron implicados en algún delito o falta. 

—Hubo 2.123 detenidos y se celebraron 1.344 juicios.

—Se tomaron 1.408 medidas judiciales. De ellas, 70 fueron internamiento
cerrado, 444 libertades vigiladas y 181 prestaciones en beneficio de la
comunidad.

—Se cometieron 955 hurtos (744 más que en 2003).

—Se realizaron 453 informes de mediación (sirven para no llegar a juicio).

—9 homicidios fueron perpetrados por menores en 2004, seis más que el año anterior.

Y hablando de adolescentes…. Según un estudio que publica hoy la CBS, los más populares de la escuela se meten en más líos que los peor considerados. Los que consiguen ese éxito social
son más propensos a caer en la bebida, fumar marihuana, cometer
pequeños robos y actos vandálicos que los jóvenes menos
populares.  Los investigadores, de la Universidad de Virginia, aseguran que este estudio contradice la extendida creencia de que si eres el más querido por tus compañeros, estás a salvo.

El trabajo se basa en una encuesta realizada a 500 estudiantes del área de Charlottesville.
Aunque en el web de la CBS no se cita el nombre del director del
trabajo ni dónde se publica, es muy probable que tenga algo que ver con Murray Milner, profesor emérito de sociología de dicha Universidad y autor del libro: Freaks, Geeks and Cool Kids: American Teenagers, Schools, and the Culture of Consumption.

Milner lleva décadas estudiando la relación entre los adolescentes
americanos y la sociedad de consumo, y es un experto en patrones
sociales entre los adolescentes. En septiembre de 1996,
ya describía cuáles eran las clases entre los jóvenes, según ellos
mismos, y presentó sus hallazgos en el encuentro nacional de la Asociación Americana de Sociología celebrada ese año en Nueva York.

Milner  analizó los sistemas de estatus entre adolescentes en
18 escuelas de lugares como Nueva Jersey, West Virginia, California y
Washington, D. C. y encontró que todos se reconocían entre alguna de
estas clases sociales:

Gente popular. En lo más
alto del escalafón, están las chicas más atractivas y los jóvenes
deportistas. Llevan ropa a la moda y son los más admirados de las
escuelas.

Un subgrupo de los más populares son los llamados preppies (una especie de pijos, que van al preparatory school).

Los Nerds
están en un estrato bastante bajo. Son los se muestran preocupados por
su éxito académico y más que ir a la última moda parecen sacados de un
laboratorio de los años cuarenta: gafas de concha, bolígrafos en
el bolsillo, pajarita, y un tanto maniáticos, … Están muy bien
retratados en American Splendor.

Los Dorks o Geeks
son los que están más abajo: A estos no se les da nada bien eso de
socializar y, además, no suelen ir muy bien en los estudios ni en los
deportes. Sin embargo, el término geek suele ser pronunciado
con orgullo entre los propios miembros del grupo. Son tecnófilos, seguidores de Star Trek, de Linux, … y tienen hasta su propio código.

Los Weirdoos o druggies:
llevan ropa y peinados extravagantes, y ornamentación corporal
(piercing, tatuajes,…). Este grupo no suele considerarse ni arriba ni
abajo en el escalafón. Son neutrales y están fuera del sistema. Con su
atuendo, tratan de simbolizar un rechazo a la autoridad de los adultos
y al dominio cultural de los más populares, según Milner.

Por último, los Hoodlums
se identificaron como un grupo en un par de las escuelas estudiadas.
Son jóvenes asociados a bandas callejeras que sólo buscan camorra.

Milner encontró que contar chistes o hacer cosas que hagan reír a la
gente en clase es motivo de admiración. También lo es llegar tarde o,
directamente, saltarse la clase. Para las chicas, salir con uno de los
atractivos atletas es un empujón hacia arriba en el  escalafón
social dentro del grupo. Las fiestas son otra vía para conseguirlo:
organizar una en un sitio atractivo suma puntos, y si es con alcohol,
mucho más.

Para ser sinceros, esta descripción de la adolescencia americana recuerda a la película Grease, pero con algunos personajes nuevos, de este siglo, como los geeks.

Angela Rodicio, la que fue corresponsal de TVE en Jerusalén, es una de las pocas profesionales del periodismo de
este país que merece un gran respeto. Sin embargo, la echaron de forma
improcedente
de TVE hace un año, acusándola de malversación de fondos.
Era una excusa como otra para quitársela de en medio. En estos meses,
ha escrito un libro con la misma claridad y lucidez que empleaba para
sus crónicas, y en él  pone a todos sus excompañeros en su sitio,
desde Alfredo Urdaci, Alfonso Rojo o Arturo Pérez Reverte hasta Federico Jiménez Losantos, entre otros. En Periodista Digital (cuyo nuevo director es Alfonso Rojo) dicen que es una venganza. De ahí el título que han elegido: «La venganza de la niña
Rodicio». Puede que Rojo esté preparando algo parecido después de que a
él también le despidieran de El Mundo, a pesar de ser uno de los
fundadores.

El libro de Rodicio se titula Acabar con el personaje.
Los fragmentos que se avanzan en Periodista Digital son una delicia,
sobre todo si se ha vivido dentro de una empresa periodística y se ha
comprobado que todo lo que dice Ángela es más de lo mismo. Nepotismo,
incompetencia, servilismo, abuso de poder, intereses oscuros,
prepotencia, … El libro es todo un ejercicio de coraje y una lección
de puro periodismo. Pero habrá quien diga que es una pataleta llena de
mentiras, como siempre ocurre. Urdaci, «el gran odiado», parece que ha
sido el primero.

Lo del título es porque Arturo Pérez Reverte se hartó de llamarla
«niña Rodicio» de forma despectiva. Incluso lo hizo en su libro Territorio Comanche. A muchos machistas les gusta llamar
«niña» a sus compañeras de trabajo.

Personalmente, a mi me parecía niña en el mejor sentido de la
palabra. Sus relatos desde cualquier conflicto bélico me hacían prestar
más atención a la pantalla. Angela era como un imán. Su voz desprendía
sensatez, implicación, conocimiento, sinceridad. Lo hacía bien.

«Cuando estudiaba, mis amigos me decían que me dedicara a escribir para
periódicos, sobre cosas de cultura, porque era muy puntillosa y me iban
esos temas. Es más, me comentaban que no me veían en una vida dura,
porque pensaban que yo era muy fina, pero ahora son ellos los que viven
en despachos estupendos, y yo quien se busca la vida y duerme en
jergones», dijo en una entrevista para la revista Consumer. «Estalló la Guerra del Golfo y tuve la oportunidad de ir
allí, y por el camino fui descubriendo que podía mantener la calma en
los momentos más duros, que soy lúcida cuando la gente se vuelve muy
confusa, que afronto situaciones y problemas con la mente fría».

Es el pan de cada día que los compañeros de trabajo —sobre todo en
periodismo— no se lleven bien con una compañera que se prepara a fondo y que
prefiere estar sola a pasar las horas dentro del hotel con un grupo de
mastuerzos. Así que, en el trato personal, la tachaban de diva.
Pérez Reverte escribió que «trabajar con ella era igualito que hacerlo
con Ava Gadner». Pero, en el profesional, todo eran halagos. Un cámara
con el que trabajó dijo de ella: «Es lista, inteligente y brillante, y
se mueve mucho y muy bien. No hay
nadie en televisión que sepa más que ella de Oriente próximo».

Y un colega de otro medio: «Es una mujer muy valiente, tiene muchos recursos y se estudia muy a
fondo los temas. Se relaciona bastante con la gente de los sitios donde
va, camina por las calles, prueba la comida local… Teniendo en cuenta
la de periodistas de hoteles que hay, en este sentido es admirable».

«Voy a la compra un par de veces al mes, si me acuerdo, ya que la vida
doméstica la solventas a salto de mata. Me levanto por la mañana, leo
la prensa, veo los canales internacionales para saber cómo está el
mundo, cómo va la cosa. Echo un vistazo a las flores. Leo. Yo leo
muchísimo, es fundamental para hacer este trabajo. Después me voy
acercando a la corresponsalía y en el camino aprovecho para hablar con
la gente de la calle, las personas de mi ciudad», dijo Ángela para Consumer.

Sólo espero que se le reconozca el mérito, y que en este país todos los
jóvenes que quieran ser periodistas dejen de lado un rato el libro de
estilo de El País, o similar, y se centren en el libro de Angela
Rodicio. En ese texto aprenderán mucho más.

En España, se confunde el estar en el lugar de trabajo con estar
trabajando. No sabemos apreciar el valor del tiempo, ni el nuestro ni
el de los demás. Si acabas tus tareas pronto, como mínimo tienes que
quedarte hasta que el reloj marque la hora de fichar, aunque lo normal
es quedarse mucho más, ya sea por el jefe, que todavía no ha
vuelto de la comida de negocios, por ganar puntos para el ascenso, o
porque alguien tiene que sacar el trabajo adelante y crees que ese eres tú. Mientras tanto, tus hijos esperan
durante horas a que salgas de tu equivocada rutina diaria. Solos. 

Curiosamente, esa costumbre no se traduce en una mayor
productividad, sino todo lo contrario. Hay estudios que demuestran
que España es uno de los países de la Unión Europea con jornadas
laborales más largas y con una productividad más pobre. Si la media de
Europa es 100, la productividad de España se encuentra en el
83,8. Francia está en el 123, Bélgica en el 120 y Holanda en el 114,
aunque sus jornadas laborales son más cortas. Estos datos salen del Libro Verde sobre la racionalización de los horarios españoles y su normalización con los demás países de la Unión Europea, presentado ayer. Se trata de un proyecto que inició la Fundación Independiente en el año 2002 y en el que ha participado una Comisión Nacional formada por 70 instituciones de toda índole.

Su presidente, Ignacio Buqueras, quiere poner a España en hora, y
piensa que lo logrará para el 2010. Igual que nos igualamos al resto
con el euro, también tenemos que hacerlo con los horarios. Buqueras
dice que los españoles viven «excesivamente colgados del reloj»; que
les falta tiempo para «integrarse en la sociedad civil» y para
conciliar su vida personal, familiar y laboral, según publicaba ayer El Periódico de Catalunya.

La mujer es la que sale peor parada con los horarios maratonianos actuales. Por
eso suelen ser ellas las que hacen los cambios. «En IBM, que está presidida por una mujer, tienen flexibilidad de
horarios y jornada continua, y está prohibido convocar reuniones
después de las 15:00 porque a las 16:00 o a las 17:00 todo el mundo debería
estar ya fuera de la empresa.
Las grandes compañías nos escuchan, pero las pequeñas también. Muchas
PYMES creadas por mujeres se han marcado el objetivo de ser
competitivas con una jornada laboral que acabe a las 16 h», según dijo Buqueras a Laboris.net.

Las empresas no deberían enorgullecerse de tener a trabajadores
trabajando 9 o 10 horas diarias. «Es más, la empresa debería considerar
a ese tipo de empleado de forma negativa, porque define a alguien que
no sabe valorar su tiempo, que no tiene en cuenta a la familia y a la
formación personal», dice.

No se trataría de una constumbre desconocida para este país. Hasta
los años 30 nuestros horarios eran similares a los de Europa. Luego
llegaron los almuerzos largos, que tras la época de hambre eran
considerados como un signo de riqueza. El pluriempleo, por otro lado,
hizo que las jornadas de trabajo empezaran a prolongarse
indefinidamente. «La rutina ha hecho el resto hasta el punto de que a
algunas personas les parece normal trabajar hasta tan tarde y no se dan
cuenta de que es absurdo hasta que no reflexionan sobre ello», explica
este experto.