Opinión
El colegio como prisión
Johan Eimeric
Según la Constitución Española, artículo 25, "Las penas privativas de
libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la
reeducación y reinserción social [...]". Teniendo en cuenta que el
objetivo principal del colegio es la educación y la inserción social,
podría considerarse como una primera cárcel.
Eso coincide perfectamente con la percepción habitual que se tiene de
cualquier niño como un delincuente en potencia, quizá efecto de
su reducida o nula responsabilidad legal. La única forma oficial de
conseguir la redención es pasar unos diez años de escolaridad
obligatoria.
Ese período se transforma, de época de formación, en
un puro entrenamiento sobre patrones de funcionamiento social:
demostración de habilidades arbitrarias y sumisión al poder
establecido. Por consiguiente, no puede sorprender que las autoridades siempre tengan un gran
interés por controlar de cerca los centros de enseñanza.
En España, hay tres tipos de colegio: públicos, concertados y
privados. Los públicos son totalmente gratuitos, pero no tienen
suficientes plazas. Para suplir esta falta de oferta, se cuenta con que
un número de padres elegirá pagar un colegio siempre que el precio sea
razonable. Así aparecen los colegios "concertados", que reciben una
asignación pública a cambio de cumplir ciertas condiciones. Los
colegios privados no tienen ninguna ayuda, por lo que sus costes los
convierten en minoritarios.
De esta manera, las escuelas minoritarias se convierten en los únicos
abanderados del "cheque escolar": la posibilidad de que los padres
elijan en qué colegio gastan la asignación presupuestaria que
corresponde a la escolaridad obligatoria y gratuita de sus hijos.
Por tanto, la mayor parte de la población infantil acaba recluida en
estructuras directamente controladas por gobiernos, que les imponen sus
temas favoritos, incluyendo idiomas, costumbres y religiones locales.
Como era previsible, brillan por su ausencia el pensamiento crítico y
las nociones básicas sobre legislación y economía actuales. Las artes
quedan relegadas a mero entretenimiento, mientras que cualquier
conocimiento evaluable con precisión recibe el sello de "igualitario".
Y ese es precisamente el resultado: generación tras generación van
saliendo de los colegios con una batería de conocimientos tan
fácilmente evaluables como inútiles: más historia antigua que historia
reciente, mucha más física y química que seguridad y nutrición. En
algunos países, esos defectos se corrigen con una universidad libre; en
otros, se sufre una nueva condena.
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