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China: 80 millones de hijos únicos
Los "Pequeños Emperadores"
Paula Sayavera
Ayer fue el año nuevo chino, comienza el Año del Perro. Casi 100 millones de hijos únicos celebraron el gran acontecimiento siendo el centro de atención de su pequeña familia, dos padres y cuatro abuelos, volcados en su cuidado, sus caprichos y su futuro. Por eso se les llama «Pequeños Emperadores» (Xiao Huangdi).
Desde 1979, el gobierno chino impone a sus ciudadanos la obligación de tener sólo un niño (o dos, en algunos casos), como medida para reducir el crecimiento de la población. Es un experimento social masivo que ahora tiene en vilo a los políticos y psicólogos chinos. ¿Cuál será el futuro de la China socialista —un país donde se supone que la satisfacción personal se consigue sirviendo a la comunidad y no a uno mismo— cuando su población esté formada casi exclusivamente por niños mimados?
1979: 1000 millones de chinos y la Política Nacional de Planificación Familiar
En el año 2004, había 80 millones de familias con un solo hijo en China, según el Centro de Investigación para la Información sobre la Población, con sede en Pekín.
Estos hijos únicos son fruto de una Política Nacional de Planificación Familiar iniciada en 1979, cuando China llegó a los 1000 millones de ciudadanos. Era la llamada política de "sólo un hijo", aunque el término es engañoso porque se aplica sólo a los trabajadores del gobierno y a los que viven en zonas urbanas.
En las zonas rurales, la ley permite tener un segundo hijo, cinco años después del nacimiento del primero, especialmente si el primero ha sido niña. También se pueden tener dos si ambos padres son hijos únicos o si el primer hijo es minusválido, o niña. Y las minorías étnicas, como los tibetanos, no tienen restricción en el número de hijos.
«Veinte o treinta años de propaganda y de implementación del gobierno han logrado cambiar la mentalidad de la gente sobre la reproducción», dice el catedrático Peng Zizhe, demógrafo y director del Instituto de Investigación de la Población en la Universidad de Fudan, en Shanghai. Pero en las grandes ciudades la situación es más extrema que en las zonas rurales. «El problema de los demógrafos y los políticos de Shanghai no es si estos niños tendrán dos o tres hijos, sino si tendrán alguno».
Quienes acatan la ley reciben ciertas ayudas. Los que deciden tener un sólo hijo en su vida reciben un «Certificado de Honor de Padres de un único hijo» (artículo 27) que va acompañado de algo de dinero, bajas por maternidad más largas, etcétera. Quienes no la cumplen pueden recibir multas sustanciales, confiscación de bienes e incluso el despido del trabajo.
La anticoncepción y el aborto son las piedras angulares de esta ley, y el gobierno favorece medidas como la esterilización o los dispositivos intrauterinos, que son más del 90% de los métodos anticonceptivos utilizados desde mediados de los años 80. El índice de fertilidad total —número de niños nacidos por mujer— bajó del 2.9 en 1979 hasta el 1,7 en el 2004.
Los funcionarios locales se encargan de vigilar que se cumpla la ley y se han dado múltiples casos de corrupción. En los pueblos, la policía pone multas arbitrarias a los padres que tienen hijos extra, y comparte los beneficios con los médicos después de instar a esos padres a esterilizarse.
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